lunes, 22 de octubre de 2018

BOLSONARO, HADDAD Y EL FUTURO DE LA SOCIEDAD BRASILEÑA


BOLSONARO, HADDAD Y EL FUTURO DE LA SOCIEDAD BRASILEÑA

Nildo Viana

La polarización electoral, relacionada con otras polarizaciones anteriores, apunta a una segunda vuelta electoral bastante acentuada discursivamente. Por un lado, Jair Bolsonaro, por el otro, Fernando Haddad. Las elecciones electorales se realizan generalmente a partir de intereses o expectativas de futuro relacionadas con el presidente electo. Sin embargo, existe una dificultad enorme en ese proceso por parte de la población, pues entre el discurso del candidato y su práctica efectiva posterior, hay un abismo y mucha confusión. Los ingenuos creen en las promesas irrealizables, los interesados (sea de los que se beneficiarán directamente - cargos, dinero, ventajas - sea de los que sólo piensan que serán beneficiados como individuo, grupo, clase) defienden apasionadamente a sus candidatos, los engañados por los discursos creen y votan en aquel que, directa o indirectamente, les convencieron.

La previsión del futuro es algo casi imposible. Lo que podemos analizar son tendencias, pues no sabemos de todo el proceso, de todas las otras tendencias y determinaciones que van a concretarse. Sin embargo, a partir de informaciones y reflexiones sobre la realidad presente, podemos observar las tendencias más fuertes, con sus posibles variaciones, y eso es lo que apuntamos en el presente texto. Nada de lo que está escrito aquí va inevitablemente a ocurrir, pero no sólo es posible que ocurra, sino también es una posibilidad tendencial. ¿Cuáles son las expectativas para la sociedad brasileña en el probable gobierno de Bolsonaro o gobierno de Haddad? Esa es la cuestión que tomamos como punto de partida para apuntar las tendencias.

Un gobierno Bolsonaro puede ser analizado a partir de lo que el candidato y sus aliados dicen, a partir de lo que su adversario plantea, o aún, a partir del análisis en perspectiva de las tendencias existentes. Si el gobierno de Bolsonaro es lo que dicen los petistas, será un retroceso y va a generar más violencia, pobreza, sexismo, privatización, etc. y puede generar una dictadura o incluso "fascismo". Si el gobierno de Haddad es lo que dicen los bolsonaristas, será un retroceso y va a generar más violencia, pobreza, corrupción, burocratismo, etc. y puede generar una dictadura o incluso "comunismo". Para quien cree en cuentos de hadas, esas dos versiones serían igualmente posibles. Si el gobierno de Bolsonaro es el que dice el candidato, entonces Brasil va a cambiar, la familia será respetada, la violencia será contenida, la economía va a ser recuperada, habrá privatizaciones, así como la “Bolsa Familia” será mantenida y tendrá hasta 13º pagos y aumento, entre miles de otras cosas. Si el gobierno Haddad es lo que dice el candidato, la sociedad brasileña va a mejorar, millones volveran a tener empleo, la educación va a ser ampliada en todos los niveles, aquellos que ganan hasta 5 salarios mínimos no pagaran más impuestos, la diversidad será respetada, así como se revocará la reforma laboral y las obras gubernamentales se reanudará. Para quien cree en Papá Noel, pueden colocar sus medias colgadas en el 25 de diciembre, pues esas dos versiones serían realizables.

Este es el discurso electoral y sólo cree en él quien no tiene sentido crítico o experiencia de vida. Si bien la experiencia de vida puede ser engañada por la fe, el deseo, los intereses. En el caso de las mujeres, Enrique Santillo, que también fue elegido y tampoco cumplió la promesa. Las promesas de Fernando Collor de Mello, Luis Inacio Lula da Silva, Dilma Roussef, entre miles de otros, tampoco se cumplieron. Collor dijo que acabaría con la pobreza de los "descamisados y pies descalzos" y con "los marajás" (corruptos) y acabó sufriendo impeachment por corrupción (...). Jânio Quadros, mucho antes (1960), dijo que iba a "barrer la corrupción". Si la experiencia no siempre es suficiente, la reflexión debería serlo. El discurso electoral es optimista, los candidatos resuelven todos los problemas (salud, educación, seguridad, empleo, etc.) y todo es fácil de resolver, basta elegir al candidato. El que acompañó a los presidenciables en 2018 sabe que es todo fácil de resolver: "dinero hay, pero él está mal distribuido" (Guillermo Boulos); "Brasil se convertirá en una gran nación mundial" (Cabo Daciolo); "Lo que Brasil necesita es competencia para traer de vuelta el crecimiento" (Henrique Meirelles), etc. El discurso electoral es siempre optimista y voluntarista (y mentiroso). Nadie gana elecciones diciendo la verdad. Una vez en el gobierno, es sustituido por el discurso gubernamental, que a su vez es realista y pesimista ("la crisis internacional", "la campaña opositora", la "falta de recursos", etc.).

Hasta aquí sólo apuntamos lo que el futuro gobierno no va a hacer: no va a hacer lo que el adversario dice y ni va a hacer lo que él mismo dice. Al final, ¿qué es más probable que hagan los dos presidenciables si se eligen? La tendencia no es nada buena y eso en ambos casos. Esto, en parte debido al contexto histórico y social, y en parte debido a quién son los candidatos que pueden convertirse en el futuro presidente.

Un gobierno de Bolsonaro tendería a ser autoritario y llevaría adelante políticas de austeridad. La tendencia es a realizar poco de lo prometido. Entre las pocas cosas que tiende a realizar, es valoración de la familia y de las tradiciones, entrando en confrontación con el bloque progresista y generando algunas alteraciones en la educación estatal y otros procesos, lo que deberá alcanzar los corrales electorales petistas y reducir drásticamente la financiación de ciertos sectores vinculados al PT. Podría intentar concretar otras iniciativas, como la cuestión de la portación de armas, la reducción de la mayoría de edad penal, etc., que son propuestas neoliberales. Así, con contradicciones y obstáculos, eso es lo que puede esperarse en materia de política gubernamental. En el plano de la política económica, al menos al principio, adoptará políticas neoliberales a través del Ministro de Hacienda, Paulo Guedes, que no resolverá las cuestiones y difícilmente conseguirá retomar el ritmo de acumulación de capital ("crecimiento económico"). El mayor logro de un gobierno de Bolsonaro debería ser liquidar el petismo.

Su gobierno, en un primer momento, tiende a generar un cierto optimismo y la "confianza” del capital transnacional y del mercado. Bolsonaro, a pesar de no ser el "candidato ideal" para el capital, logra generar más confianza en el capital transnacional y en el mercado internacional (la caída del dólar y la cotización de la bolsa de valores lo muestran). Deberá conseguir cierto apoyo parlamentario con las adhesiones oportunistas y alineamientos de partidos e individuos. Sin embargo, en un segundo momento, la tendencia podría significar pérdida de popularidad creciente con el neoliberalismo discrecional por parte de sectores cada vez más amplios de la población, aumento del número de huelgas, etc. Sus pilares también tienden, a largo plazo, a debilitarse, pues el antipetismo pierde sentido con el fin del petismo y el moralismo conservador pierde su llamamiento con el retroceso de la moral progresista y del inmoralismo. Si no se produce una aceleración de la acumulación de capital, también los recursos tienden a menguar y la situación es difícil. En esa situación, la oposición tiende a crecer, tanto a través del ala moderada del bloque dominante, como por lo que queda del bloque progresista, y, aún, del bloque revolucionario y de los trabajadores en general.Esto significa que a corto plazo un gobierno de Bolsonaro puede tender a mantenerse relativamente estabilizado, pero a mediano plazo también pueden aparecer cada vez más dificultades y generar inestabilidad. Por supuesto, esto dependerá fundamentalmente de la acumulación de capital y de la situación internacional (que, por otra parte, están entrelazadas), pero la tendencia en estos aspectos tampoco son las mejores para el capital. Si se da lo anterior, puede generarse un mayor grado de represión estatal en el movimiento obrero y corrientes opositoras y más motivos para el descontento. A largo plazo es difícil observar las tendencias, pues depende de lo que se efectúa a corto y medio plazo. Por lo tanto, las perspectivas no son nada buenas en un gobierno de Bolsonaro.

Un gobierno de Haddad tiende a tener algunas diferencias. Pero se encontrará ante un dilema. Tendrá que decidir si efectúa políticas neopopulistas e intentar efectuar algunas de las promesas o adoptar el neoliberalismo discrecional y abandonará casi todas sus promesas de campaña. Poco de lo que se prometió podrá ser hecho. Lo poco que podría ser realizado sería el mantenimiento, en forma precaria, de la política de identidades y cosas por el estilo. La reanudación de obras públicas, la disminución de impuestos, las políticas de desarrollo educacional, entre otras, depende de los recursos estatales que hoy faltan. La revocación de la reforma laboral y de la PEC de techo de gastos es difícil y traerá fuerte oposición de la burguesía, comprometiendo la gobernabilidad, así como el aumento de gastos estatales (que tiende a ocurrir por las propias necesidades del petismo y su carácter burocrático y neopopulista) a aumentar los problemas y las dificultades financieras. La oposición será fuerte de todos lados (de la misma forma que Bolsonaro, enfrentará a la oposición de la derecha moderada, que intentará suavizar las medidas, así como del bloque revolucionario y de gran parte de la población, tanto de trabajadores como de adeptos del bolsonarismo, que deberá consolidarse como opción política después de su supuesta derrota y con fuerza parlamentaria). En el caso de la burguesía y del bloque dominante, como ya tiene en el período electoral, y del bloque progresista, en su ala más moderada (PSOL, PCdoB, PSB, etc.) De ello también resulta un carácter más represivo del aparato estatal para intentar mantener la gobernabilidad.

Sin embargo, y este es el problema del petismo que lo llevó a la destitución de Dilma Rousseff, el PT es el reino del partido y la burocracia sindical y otras organizaciones asociadas (ONG, etc.) , así como los sectores de la intelectualidad. Por lo tanto, tiende a tener gastos que otros gobiernos podían evitar así que casi no realizar ciertas políticas porque al hacerlo pierde votos y en 2020 habrá elecciones municipales de 2022 y las nuevas elecciones presidenciales. Por lo tanto, se plantea un nuevo dilema: unirse al neoliberalismo discrecional y perder popularidad y las elecciones, lo que significa ganar posiciones ahora y perder inmediatamente después o mantener el neoliberalismo neo-populista y así evitar las políticas de austeridad y aumentar los gastos del Estado, generando mayores problemas y dificultades, así como perdiendo apoyos de sectores de la burguesía. La insistencia en el neoliberalismo neopopulista significaría una situación caótica y conflictiva desde el inicio del gobierno y que puede generar dificultades crecientes de gobernabilidad. Es claro que esto dependerá en parte del ritmo de la acumulación de capital y de la dinámica del capitalismo mundial y otras determinaciones, pero la tendencia en ese caso tampoco es para generar optimismo.

Un gobierno de Haddad tendería a comenzar con dificultades, ya que tiene poco apoyo y el mercado de capital transnacional y global debería tener un impacto negativo de los resultados de las elecciones, en caso de victoria PT (en bolsa de valores, en dólares). Por lo tanto, en el caso de Bolsonaro la tendencia es cierto alivio al principio porque de optimismo y buena acogida del capital internacional y la mayor parte de la burguesía brasileña, en este caso la tendencia es la contraria. Y el bolsonarismo será una oposición constante y ahora fortalecida, incluso pudiendo generar, como ya se ha anunciado, un nuevo partido en torno a Bolsonaro. De la misma forma, otros sectores deberán hacer oposición desde el principio. Y si la situación inicial es desfavorable, la tendencia es un gobierno que ya nace con el anuncio de su muerte. En fin, un gobierno Haddad tiende a comenzar con enormes dificultades y si esto se concreta, la situación nacional debería empeorar, generando un proceso de agudización de conflictos y fortaleciendo aún más el antipetismo, que incluso perdería parte de su base electoral, desilusionada. Así, a corto plazo sería crisis gubernamental y otras crisis, acentuación de conflictos, etc. A medio plazo y más a largo plazo, el caos y las soluciones imprevisibles podrían ocurrir. Por otro lado, si la situación es más favorable, y la decisión es por una política económica pragmática, el gobierno podrá sostenerse razonablemente y, si hay una reanudación del ritmo de acumulación de capital, podrá ganar aliento. Esta, sin embargo, es una tendencia poco probable y sólo con mucho optimismo se podría esperar eso.

Así, la tendencia inicial de un gobierno Haddad sería de inestabilidad y conflictos crecientes al principio y que pueden agravarse a no ser que abandone el neopopulismo y abandone las pocas promesas realizables y / o la situación internacional y la acumulación de capital apunte a una evolución positiva, lo que no es lo más probable en por el momento. Si esta tendencia inicial de inestabilidad se mantiene, el caos y soluciones más drásticas pueden surgir. Si no se mantiene, puede haber algún aliento para el gobierno, pero con fuerte oposición, dificultades, crisis. De cualquier forma, la vuelta de la "era de oro" del tiempo de las vacas gordas no volverá, pues ahora es la época de las vacas magras

Es necesario discutir la cuestión de la amenaza fascista y comunista que los candidatos acusan de ser posible la victoria de su rival. Bolsonaro no es fascista y Haddad no es comunista. Esto es sólo discurso electoral y que convence sólo a los más despolitizados y que no poseen mayor formación e información, así como a los adeptos apasionados que abandonan la racionalidad o, aún, aquellos que tienen sus sentimientos de miedo y / o odio manipulados por campañas electorales. Un gobierno de Bolsonaro tenderá a ser autoritario y, dependiendo del contexto (que es el más probable) un gobierno de Haddad también lo será. Sin duda, el objetivo de la represión que tiende a existir en los dos casos apunta a algunos que son comunes y otros que son selectivos. En un gobierno de Bolsonaro, sectores progresistas, adeptos del inmoralismo y moral progresista, trabajadores en general, bloque revolucionario y sectores del bloque progresista, tienden a sufrir mayor grado de represión, pero generalmente en casos de manifestaciones, acciones determinadas, espacios institucionales. El grado de represión depende de la acción y reacción de ambos lados y del contexto más amplio. En un gobierno de Haddad, sectores reaccionarios, trabajadores en general, bloque revolucionario y el ala extremista del bloque progresista tienden a sufrir mayor represión en caso de manifestaciones, determinadas acciones y espacios institucionales. Sin duda, pueden haber sorpresas dependiendo de acciones inesperadas, efectos internacionales, dinámica de la acumulación, decisiones políticas, etc. Por eso se trata de una tendencia general y más probable.

La síntesis general es que, independientemente de quién gane (por ser esas dos opciones concretas con sus características específicas), la tendencia general es que el país continúe en situación de inestabilidad, crisis, conflictos. ¿Qué hacer en esta situación? Para aquellos que pertenecen al bloque revolucionario, que luchan por la transformación radical y total de las relaciones sociales, no se trata de escoger el "menos mal", pues ambos son malos, y nada cambiarán en la situación del país. Y lo trágico es que no sólo no cambiarán nada como tienden a empeorar todo. La acción de quien pertenece al bloque revolucionario es mantener su coherencia y luchar por la transformación social y, inmediatamente, buscar fortalecer las organizaciones autárquicas (formas de auto-organización) de los trabajadores, la autoeducación y la politización de la población, avanzar en la búsqueda de una unidad de acción para combatir los retrocesos que tienden a venir, tanto en el plano económico y político en ambos casos. Este fortalecimiento es fundamental para generar una correlación de fuerzas en la sociedad civil que sea favorable a los trabajadores y que impida que las políticas estatales sean aún más penosas y al mismo tiempo crear condiciones para avanzar más allá de la lucha defensiva para evitar más pobreza, desempleo, represión, etc., y así poder pasar a una lucha ofensiva por la constitución de una nueva sociedad, la sociedad autogerida.

Tradução: Arístides Groisman

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