Estado y Burocracia:
El velo de la contrarrevolución
Nildo Viana
La
burguesía es la clase dominante y se caracteriza por apropiarse del más-valor
producido por el proletariado. Así, la clase capitalista, burguesa, y la clase
obrera, proletaria, son las dos clases sociales fundamentales del capitalismo,
las clases auténticas generadas por el modo de producción capitalista. Sin
embargo, existen otras clases sociales, oriundas de modos de producción
no-capitalistas o de las formas de regularización de las relaciones sociales.
El mantenimiento de la dominación burguesa tiene como soporte al Estado
capitalista, la principal forma de regularización de las relaciones sociales en
el capitalismo. Sin embargo, el Estado capitalista no está dirigido, en la
mayoría de los casos, directamente por la clase capitalista, sino por la
burocracia estatal.
¿Qué es
la burocracia? Es una clase auxiliar de la burguesía. La clase capitalista al
realizar la extracción de más-valor acaba teniendo que realizar el reparto de
lo que fue retirado del proletariado. La burguesía, después de apropiarse del
más-valor, transfiere parte del más-valor para el Estado, otros sectores del
capital, y para sostener sus clases sociales auxiliares. Estas ejecutan trabajo
improductivo, es decir, están compuestas por trabajadores asalariados
improductivos, no produciendo más-valor y teniendo sus ingresos adquiridos a
través del proceso de explotación del proletariado, a través del salario pagado
por el Estado o por empresas capitalistas. La burocracia estatal, compuesta por
los agentes que hacen funcionar la máquina del Estado, así como otros sectores
de la burocracia (empresarial, partidaria, sindical, etc.) es una clase social
auxiliar de la burguesía, ejecutando el papel de controlar al proletariado,
amortiguando los conflictos sociales y reproducir la explotación.
La
burocracia es una clase que se juzga neutral. Esto ocurre debido a que se
aproxima a la clase capitalista por su cultura e ingresos, aunque se distingue
por no ser propietaria de los medios de producción y no obtener lucro, así como
se aproxima al proletariado por la forma de su remuneración, asalariada, pero
se distingue de él por no ser un grupo dirigido y sí dirigente, además de la
diferencia de cultura e ingresos. La burocracia se divide en diversas fracciones
y extractos y, debido a ello, algunas están más cerca del proletariado (renta
más baja, situación social inferior) y otras más cercanas a la burguesía,
formando sus tendencias más radicales y moderadas, respectivamente. Sin
embargo, debido a su carácter de clase, como clase, la burocracia es
contrarrevolucionaria, aun cuando se alía al proletariado, pues en este caso
quiere ser dirigente del proceso revolucionario y así reproducir las relaciones
dirigentes-dirigidos, convirtiéndose en una nueva clase dominante o, se
metamorfoseando en burguesía burocrática. La burocracia puede promover una
contrarrevolución actuando "por encima" (la burocracia estatal
utilizando la represión, la cooptación, y otros mecanismos inhibidores de la
acción revolucionaria del proletariado) o "por debajo" (los bajos
extractos de la burocracia, más radical y próxima del proletariado que es
generada por partidos, sindicatos, etc.) al buscar dirigir al proletariado para
tomar el poder estatal.
La
burocracia estatal, la más poderosa fracción de la burocracia, está formada por
la burocracia estatutaria, es decir, por los cuadros dirigentes de los sectores
permanentes del Estado (aparato represivo, aparato judicial, etc.) y por la
burocracia gubernamental, que es provisional y sólo permanece está en el
gobierno y se coloca en una posición de neutralidad, reproduciendo la ideología
de que son "funcionarios del universal". Pero el Estado capitalista,
así como el Estado en general, es, por naturaleza, contrarrevolucionario. La
razón de ser del Estado es justamente la existencia de la lucha de clases y por
eso es parte de esta lucha, estando siempre del lado de la clase dominante. La
autonomización de la burocracia estatal o la toma del poder del Estado por
otros sectores de la burocracia (partidaria, sindical, etc.) significan nada
más que la realización de la contrarrevolución. Otros sectores oriundos de
otras clases sociales, una vez tomando el poder estatal, se metamorfosean en
burocracia estatal y realizan la contrarrevolución. De esta forma, la ideología
de la conquista del poder estatal por el proletariado es contrarrevolucionaria.
El Estado no debe ser conquistado y sí destruido. El mantenimiento del Estado
significa la permanencia de la dominación y de la explotación. La abolición del
Estado es condición de posibilidad de la emancipación humana.
De las luchas espontáneas y autónomas a las luchas autogestionarias
La
lucha obrera es una lucha cotidiana contra la burguesía. Tal lucha se realiza
en el plano cultural, a través de las contradicciones y resistencias; en las
fábricas, a través del absentismo, de las diversas formas de manifestación de
las insatisfacciones, del desinterés; en las instituciones burguesas, a través
de su negativa pasiva o activa; en todos los momentos y lugares. Pero esta es
una lucha que es limitada, pues falta conciencia revolucionaria y
autoorganización. Esta forma de lucha no sobrepasa al poder burgués, sólo pone
algunos límites a él, que, dependiendo del contexto, de la época y lugar, es
algo bastante limitado. Ella no interfiere en la acumulación capitalista, no
corro el poder estatal, no cuestiona las relaciones de producción capitalistas
directamente, no constituye una asociación obrera, etc. A pesar de ello es una
forma de lucha y resistencia que acompaña toda la historia del capitalismo y la
cotidianidad en la sociedad burguesa. Las luchas espontáneas expresan la
primera etapa de las luchas obreras contra el capital, que ocurre en la esfera
de la producción y en todas las demás esferas de la vida social, pero que no
sobrepasa la dominación capitalista. Históricamente, esta primera y elemental
fase de la lucha obrera es sustituida por las luchas autónomas y,
posteriormente, por las luchas autogestionarias[1].
Esta
fase de luchas espontáneas es superada cuando hay el paso a formas de luchas
más radicales, las luchas autónomas. Durante las luchas autónomas, la clase
obrera toma la iniciativa en sus manos y dispensa la mediación burocrática de
partidos y sindicatos. Ella expresa una radicalización del movimiento obrero.
La fuerza colectiva del proletariado se manifiesta, creando formas colectivas
de acción y conciencia a través de la huelga, del comité de huelga, del
piquete, del folleto. Sin embargo, todavía no se trata de lucha revolucionaria,
aunque ha avanzado hacia una forma más consciente, colectiva y organizada. Ya
manifiesta una negativa del capital y de la burocracia. La derrota, sin
embargo, marca la vuelta a la normalidad capitalista. Es una acción
revolucionaria sin conciencia revolucionaria.
La fase
de las luchas autónomas es sustituida por una nueva fase de las luchas obreras,
las luchas autogestionarias. Esta fase marca un avance en la acción, que se
vuelve más radical; en la conciencia, que se vuelve revolucionaria; y en la
autoorganización, que se desarrolla, creando la asociación obrera bajo la forma
de consejos, comunas, etc. La hegemonía revolucionaria del proletariado se
extiende por toda la sociedad y el objetivo de transformar radicalmente las
relaciones sociales se consolida en las mentes de los individuos de las clases
explotadas. La autogestión de las luchas ocurre concomitantemente con la
autogestión de las fábricas, tiendas, empresas, barrios, escuelas, etc. La
negativa del capital, del Estado, de la burocracia partidista se convierte en
una realidad concreta.
La
clase dominante busca mantener la clase obrera y los demás sectores de la
sociedad a nivel de las luchas espontáneas. Esto es reforzado por individuos
que encuentran dificultades para superar esta fase, así como fuerzas políticas
y la burocracia partidaria/sindical que busca impedir la radicalización y
autonomización del movimiento obrero para mantener su control y poder.
Cuando
estas son sustituidas por las luchas autónomas, el capital busca frenar,
controlar, combatir, cooptar, corromper. La burocracia sindical / partidaria se
opone ales e intenta recuperar el control. En el plano cultural, tanto la clase
dominante como la burocracia buscan frenar el movimiento obrero y la conciencia
de individuos y grupos. Es por eso que la tendencia natural de las luchas
obreras es obstaculizada por la acción de las clases opuestas y que las luchas
espontáneas no se transforman constantemente en luchas autónomas. Cuando existe
la amenaza de paso de luchas autónomas para luchas autogestionarias, la clase
capitalista y la burocracia buscan frenar ese proceso a través de ideologías,
corrientes de opinión, represión, falsas promesas, concesiones. Algunos
individuos proletarios y activistas políticos no superan el nivel de las luchas
autónomas, no buscan radicalizarlas y pasan a idealizar esta fase ascendente,
pero aún limitada de la lucha obrera, congelándola, y así contribuyendo con las
fuerzas conservadoras.
Cuando
las luchas autónomas son sustituidas por las luchas autogestionarias, el
conflicto se vuelve más grave, la guerra civil oculta se transforma
visiblemente en una guerra civil abierta y ambos lados radicalizan sus acciones
y la victoria de la clase capitalista o de la burocracia significa la
contrarrevolución, mientras que la victoria de la clase obrera significa la
instauración de la autogestión social.
[1] Jensen,
K. Os Limites do “Autonomismo”[Los
límites del "Autonomismo".]. Revista
Ruptura. Año 08, no 07, Agosto de 2001.
(Extracto del Manifiesto Autogestionario, Publicado en español. Ver enlace: https://teoriaycriticaradical.blogspot.com/2019/04/edicion-espanola-del-manifiesto.html).
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