lunes, 20 de enero de 2020

Estado y Burocracia: El velo de la contrarrevolución


Estado y Burocracia: 
El velo de la contrarrevolución

Nildo Viana

La burguesía es la clase dominante y se caracteriza por apropiarse del más-valor producido por el proletariado. Así, la clase capitalista, burguesa, y la clase obrera, proletaria, son las dos clases sociales fundamentales del capitalismo, las clases auténticas generadas por el modo de producción capitalista. Sin embargo, existen otras clases sociales, oriundas de modos de producción no-capitalistas o de las formas de regularización de las relaciones sociales. El mantenimiento de la dominación burguesa tiene como soporte al Estado capitalista, la principal forma de regularización de las relaciones sociales en el capitalismo. Sin embargo, el Estado capitalista no está dirigido, en la mayoría de los casos, directamente por la clase capitalista, sino por la burocracia estatal.

¿Qué es la burocracia? Es una clase auxiliar de la burguesía. La clase capitalista al realizar la extracción de más-valor acaba teniendo que realizar el reparto de lo que fue retirado del proletariado. La burguesía, después de apropiarse del más-valor, transfiere parte del más-valor para el Estado, otros sectores del capital, y para sostener sus clases sociales auxiliares. Estas ejecutan trabajo improductivo, es decir, están compuestas por trabajadores asalariados improductivos, no produciendo más-valor y teniendo sus ingresos adquiridos a través del proceso de explotación del proletariado, a través del salario pagado por el Estado o por empresas capitalistas. La burocracia estatal, compuesta por los agentes que hacen funcionar la máquina del Estado, así como otros sectores de la burocracia (empresarial, partidaria, sindical, etc.) es una clase social auxiliar de la burguesía, ejecutando el papel de controlar al proletariado, amortiguando los conflictos sociales y reproducir la explotación.

La burocracia es una clase que se juzga neutral. Esto ocurre debido a que se aproxima a la clase capitalista por su cultura e ingresos, aunque se distingue por no ser propietaria de los medios de producción y no obtener lucro, así como se aproxima al proletariado por la forma de su remuneración, asalariada, pero se distingue de él por no ser un grupo dirigido y sí dirigente, además de la diferencia de cultura e ingresos. La burocracia se divide en diversas fracciones y extractos y, debido a ello, algunas están más cerca del proletariado (renta más baja, situación social inferior) y otras más cercanas a la burguesía, formando sus tendencias más radicales y moderadas, respectivamente. Sin embargo, debido a su carácter de clase, como clase, la burocracia es contrarrevolucionaria, aun cuando se alía al proletariado, pues en este caso quiere ser dirigente del proceso revolucionario y así reproducir las relaciones dirigentes-dirigidos, convirtiéndose en una nueva clase dominante o, se metamorfoseando en burguesía burocrática. La burocracia puede promover una contrarrevolución actuando "por encima" (la burocracia estatal utilizando la represión, la cooptación, y otros mecanismos inhibidores de la acción revolucionaria del proletariado) o "por debajo" (los bajos extractos de la burocracia, más radical y próxima del proletariado que es generada por partidos, sindicatos, etc.) al buscar dirigir al proletariado para tomar el poder estatal.

La burocracia estatal, la más poderosa fracción de la burocracia, está formada por la burocracia estatutaria, es decir, por los cuadros dirigentes de los sectores permanentes del Estado (aparato represivo, aparato judicial, etc.) y por la burocracia gubernamental, que es provisional y sólo permanece está en el gobierno y se coloca en una posición de neutralidad, reproduciendo la ideología de que son "funcionarios del universal". Pero el Estado capitalista, así como el Estado en general, es, por naturaleza, contrarrevolucionario. La razón de ser del Estado es justamente la existencia de la lucha de clases y por eso es parte de esta lucha, estando siempre del lado de la clase dominante. La autonomización de la burocracia estatal o la toma del poder del Estado por otros sectores de la burocracia (partidaria, sindical, etc.) significan nada más que la realización de la contrarrevolución. Otros sectores oriundos de otras clases sociales, una vez tomando el poder estatal, se metamorfosean en burocracia estatal y realizan la contrarrevolución. De esta forma, la ideología de la conquista del poder estatal por el proletariado es contrarrevolucionaria. El Estado no debe ser conquistado y sí destruido. El mantenimiento del Estado significa la permanencia de la dominación y de la explotación. La abolición del Estado es condición de posibilidad de la emancipación humana.

De las luchas espontáneas y autónomas a las luchas autogestionarias

La lucha obrera es una lucha cotidiana contra la burguesía. Tal lucha se realiza en el plano cultural, a través de las contradicciones y resistencias; en las fábricas, a través del absentismo, de las diversas formas de manifestación de las insatisfacciones, del desinterés; en las instituciones burguesas, a través de su negativa pasiva o activa; en todos los momentos y lugares. Pero esta es una lucha que es limitada, pues falta conciencia revolucionaria y autoorganización. Esta forma de lucha no sobrepasa al poder burgués, sólo pone algunos límites a él, que, dependiendo del contexto, de la época y lugar, es algo bastante limitado. Ella no interfiere en la acumulación capitalista, no corro el poder estatal, no cuestiona las relaciones de producción capitalistas directamente, no constituye una asociación obrera, etc. A pesar de ello es una forma de lucha y resistencia que acompaña toda la historia del capitalismo y la cotidianidad en la sociedad burguesa. Las luchas espontáneas expresan la primera etapa de las luchas obreras contra el capital, que ocurre en la esfera de la producción y en todas las demás esferas de la vida social, pero que no sobrepasa la dominación capitalista. Históricamente, esta primera y elemental fase de la lucha obrera es sustituida por las luchas autónomas y, posteriormente, por las luchas autogestionarias[1].

Esta fase de luchas espontáneas es superada cuando hay el paso a formas de luchas más radicales, las luchas autónomas. Durante las luchas autónomas, la clase obrera toma la iniciativa en sus manos y dispensa la mediación burocrática de partidos y sindicatos. Ella expresa una radicalización del movimiento obrero. La fuerza colectiva del proletariado se manifiesta, creando formas colectivas de acción y conciencia a través de la huelga, del comité de huelga, del piquete, del folleto. Sin embargo, todavía no se trata de lucha revolucionaria, aunque ha avanzado hacia una forma más consciente, colectiva y organizada. Ya manifiesta una negativa del capital y de la burocracia. La derrota, sin embargo, marca la vuelta a la normalidad capitalista. Es una acción revolucionaria sin conciencia revolucionaria.

La fase de las luchas autónomas es sustituida por una nueva fase de las luchas obreras, las luchas autogestionarias. Esta fase marca un avance en la acción, que se vuelve más radical; en la conciencia, que se vuelve revolucionaria; y en la autoorganización, que se desarrolla, creando la asociación obrera bajo la forma de consejos, comunas, etc. La hegemonía revolucionaria del proletariado se extiende por toda la sociedad y el objetivo de transformar radicalmente las relaciones sociales se consolida en las mentes de los individuos de las clases explotadas. La autogestión de las luchas ocurre concomitantemente con la autogestión de las fábricas, tiendas, empresas, barrios, escuelas, etc. La negativa del capital, del Estado, de la burocracia partidista se convierte en una realidad concreta.

La clase dominante busca mantener la clase obrera y los demás sectores de la sociedad a nivel de las luchas espontáneas. Esto es reforzado por individuos que encuentran dificultades para superar esta fase, así como fuerzas políticas y la burocracia partidaria/sindical que busca impedir la radicalización y autonomización del movimiento obrero para mantener su control y poder.

Cuando estas son sustituidas por las luchas autónomas, el capital busca frenar, controlar, combatir, cooptar, corromper. La burocracia sindical / partidaria se opone ales e intenta recuperar el control. En el plano cultural, tanto la clase dominante como la burocracia buscan frenar el movimiento obrero y la conciencia de individuos y grupos. Es por eso que la tendencia natural de las luchas obreras es obstaculizada por la acción de las clases opuestas y que las luchas espontáneas no se transforman constantemente en luchas autónomas. Cuando existe la amenaza de paso de luchas autónomas para luchas autogestionarias, la clase capitalista y la burocracia buscan frenar ese proceso a través de ideologías, corrientes de opinión, represión, falsas promesas, concesiones. Algunos individuos proletarios y activistas políticos no superan el nivel de las luchas autónomas, no buscan radicalizarlas y pasan a idealizar esta fase ascendente, pero aún limitada de la lucha obrera, congelándola, y así contribuyendo con las fuerzas conservadoras.

Cuando las luchas autónomas son sustituidas por las luchas autogestionarias, el conflicto se vuelve más grave, la guerra civil oculta se transforma visiblemente en una guerra civil abierta y ambos lados radicalizan sus acciones y la victoria de la clase capitalista o de la burocracia significa la contrarrevolución, mientras que la victoria de la clase obrera significa la instauración de la autogestión social.




[1] Jensen, K. Os Limites do “Autonomismo”[Los límites del "Autonomismo".]. Revista Ruptura. Año 08, no 07, Agosto de 2001.



(Extracto del Manifiesto AutogestionarioPublicado en español. Ver enlace: https://teoriaycriticaradical.blogspot.com/2019/04/edicion-espanola-del-manifiesto.html).

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