sábado, 25 de julio de 2015

La comuna de París Según Marx y Bakunin

La comuna de París Según Marx y Bakunin

Nildo Viana

Las relaciones Marx-Bakunin son marcadas por ambigüedades y conflictos y muchos, adeptos de las tesis de uno o de otro, encarnan los rencores, odios, prejuicios, puntos de vista recíprocos, de sus inspiradores. Sin embargo, de acuerdo con un espíritu libertario, debemos abandonar los sectarismos, dogmatismos, adoración religiosa y lo que le acompaña (culto a la autoridad, acriticidade, elección de uno dogma o ídolo indiscutible, maniqueísmo). Pensar una posible conciliación entre marxismo (libertario, esto es, desconsiderando el pseudomarxismo expresado en el leninismo y en la social-democracia) y anarquismo tomando como base sólo los discursos de los dos autores emblemáticos de las dos corrientes políticas sería una tarea que traería pocos resultados concretos. Las idiosincrasias, los problemas de lenguaje, los malentendidos, los equívocos individuales, la complejidad de la lucha política y lo envolvimiento de “terceros”, el contexto histórico-social, entre otras determinaciones, pueden ofuscar la visión de algo más profundo. Elegimos la Comuna de París como la llave para comprender se la profunda identidad entre el contenido (y no la forma) revolucionario de las tesis de Marx y Bakunin. Iremos, en las próximas páginas, buscar confirmar esta hipótesis.

Antes de tratar de la visión de la Comuna de París en Marx y Bakunin es necesario fundamentar las razones de este procedimiento para revelar la identidad del contenido revolucionario de las tesis de Marx y Bakunin. Carlos Diaz[1], autor anarquista, cita una serie de textos de Marx contra los anarquistas y de Bakunin contra Marx y de los “marxianos” y de los continuadores (y epígonos) de ambos unos contra los otros , en esta cruzada fratricida (que es fratricida cuando se trata de auténticos continuadores de ambos, pues cuando se trata de oposición real, como, por ejemplo, en el caso de la deformación bolchevique del marxismo y su lucha intelectual y práctica contra el anarquismo no hay ninguna lucha entre hermanos y sí lucha de clases).
Él apunta la falibilidade de Marx y Bakunin, cuya percepción es necesaria para ir además de la apariencia y del fetichismo y ver el núcleo revolucionario común. Según Diaz, “reconciliar Marx y Bakunin: tal es la tarea. Pasando inclusive sobre sus propios cadáveres, de sus mutuas incompatibilidades, de sus viscerales discrepancias, siendo forzosamente heterodoxo. Ni Marx, ni Bakunin, ni los clásicos de uno u otro sistema estaban de posesión de la verdad revelada. Como no era un dogma su doctrina, nadie con el dedo en reíste podría proclamar la exclusividad de la interpretación. Por otro lado, al decir que ni Marx ni Bakunin estaban de posesión de la verdad quiero ser consecuente afirmando que estaban en el error como los demás mortales. Uno de los errores mutuos fue la exacerbación de las incompatibilidades mutuas”[2].
Una de las formas de sobrepasarse los “errores mutuos” de estos dos representantes del socialismo revolucionario reside en la comparación entre la evaluación del movimiento operario revolucionario realizada por ambos[3]. La Comuna de París, debido su importancia histórica para la lucha operaria, puede esclarecer puntos fundamentales de esta evaluación y por ello la elegimos como fenómeno histórico que permite de forma ejemplar tal comparación.
Marx, en el Manifiesto Comunista, plegaba la estatização de los medios de producción[4]. Sin embargo, tras la experiencia proletaria de la Comuna de París, él hace una revisión y pasa a proponer la abolición inmediata del Estado. Esta revisión, que algunos consideran en visible contraste con la concepción anterior y también posterior de Marx, es, en verdad, el proceso de culminación de sus ideas. Así, tenemos la posición del anarquista Arthur Lenning, que afirma que tal revisión es uno “cuerpo raro” en la concepción marxista, y la posición contraria de Maximilien Rubel, segunda la cuál ella suministra la “forma definitiva” de la teoría de Marx[5]. Quedamos con la segunda opción y el análisis que haremos a seguir irá a fundamentar el motivo de tal elección.
En el caso de Bakunin, su posición es tenida como una consecuencia natural de sus tesis federalistas. Sin embargo, como la Comuna de París significó la abolición (temporal, debido su derrota) del Estado, podemos buscar comprender las evaluaciones de Marx y Bakunin sobre esta experiencia revolucionaria a partir de sus visiones sobre el Estado.
Antes de abordar la visión del Estado que estaba en la base de la evaluación de la Comuna de París por parte de Marx y Bakunin, iremos a ver la posición de ambos a respeto de la primera experiencia autogestionária de la historia moderna. Ambos concuerdan que la Comuna significó la primera gran experiencia revolucionaria del proletariado moderno. Según Bakunin, “el socialismo revolucionario acaba de esbozar una primera manifestación brillante y práctica en la Comuna de París”[6] . Marx, a su vez, diría que ella era “la forma política al final descubierta para llevar a cabo la emancipación económica del trabajo”[7] .

Para Bakunin, la Comuna representó a recusa del estado, cuya “existencia memorable”, marcó una ruptura con la vieja sociedad. La acción espontánea de las masas promovió la destrucción del poder del estado. Para Marx, la Comuna significó la lucha de la clase operaria contra el poder centralizado del estado, aparato de la clase dominante, siendo también uno “autogobierno de los productores”, marcando la forma de emancipación proletaria.

Los escritos de Marx y Bakunin, La Guerra Civil en Francia y La Comuna de París y la Noción de Estado, marcan innúmeras semejanzas, inclusive de detalles. Ambos perciben el carácter autonómico y libertario de la acción proletaria, los individuos y sus banderas muchas veces equivocadas (ambos se refieren la socialistas equivocados en el proceso de la lucha de clases durante la Comuna), en la falta de tiempo de la Comuna en realizar todas sus tareas, en su carácter “autogestionário” (sin usar esta palabra, que surge en la década de 60, en el otro “mayo francés”), el antagonismo entre Comuna y estado, etc. Teniendo en vista todas estas semejanzas, es justo preguntar por qué ellas aparecen y si ellas no representan una concordancia en el contenido revolucionario de las posiciones de ambos.
El origen de la crítica al estado en los dos pensadores es la misma, pero sus desdoblamientos son diferentes, tal como observó Henri Arvon[8] . El punto de partida de la formación de la crítica al estado de Marx y Bakunin es lo mismo: la crítica de la alienación religiosa de los hegelianos de izquierda, en especial Ludwig Feuerbach, que pasaría a ser una crítica de la política. La hostilidad común para con el estado en Marx y Bakunin, ambos oriundos de la izquierda hegeliana, tendría ahí su base. Arvon afirma que, sin embargo, hay una diferencia esencial entre ambos, pues Bakunin no habría superado las prácticas de la “crítica de la política” mientras que Marx iría a pasar, después de sus escritos de juventud, para la crítica de la economía y de la sociedad, viendo ahí las bases del poder político, comprendiendo en la lucha de clases el origen del estado. Bakunin buscará en la similaridade entre “Dios y el Estado” la razón de la lucha contra el poder político y la percepción de su carácter nefasto.
Según Arvon, “desde entonces se delinea con claridade la línea divisoria entre la noción de Marx y la de Bakunin sobre el Estado. Se, para el anarquista Bakunin, la desaparación de Dios lleva consigo, fatal e inmediatamente, a del Estado, Marx hace depender la desaparación del Estado del de las clases sociales, que no podrá producirse de la noche para la mañana”[9].
Para Marx, la abolición de las clases sociales es precondição para la abolición del estado por regla general. Habría así durante el pasaje del capitalismo al comunismo, con la destrucción de la sociedad burguesa, la destrucción inmediata del poder burgués, del estado capitalista, pero él significaría la abolición del Estado capitalista, y no del estado por regla general. Solamente con el fin del proceso revolucionario es que se tendría la abolición definitiva del estado, ya no más burgués, lo que significa que ya no es más uno “estado propiamente dicho”, pues abole la burocracia, la jerarquía, etc., y conserva del estado sólo su función represiva, donde la clase operaria mientras totalidad (y no una burocracia que habla en su nombre) reprime los resquicios contrarrevolucionarios, de forma igualitaria, horizontal, pues se trata de una “revolución de la mayoría”. Este proceso revolucionario abarca no una “etapa del desarrollo de la sociedad”, tal como pensaron los epígonos de Marx, pero tan-solamente el periodo de derrocamiento del estado capitalista y de guerra civil, que dura hasta la derrota completa de la burguesía y de sus aliados, lo que significa que las clases sociales son definitivamente abolidas[10]. La autogestión operaria, realizada por la mayoría de la población, del periodo revolucionario, es substituida por una autogestión generalizada, del conjunto de la población, una sociedad sin clases ya constituida. El pasaje de la primera fase de la sociedad comunista para la segunda es justamente constituida en este proceso, no habiendo ninguno “período transitorio” que formaría un otro tipo de sociedad antes de la comunista (tal como en la ideología pseudomarxista del pasaje del capitalismo al comunismo terciada por un régimen llamado “socialista”).

Bakunin identifica dios y el estado. Considera dios un absoluto, una abstracción absoluta. Siendo así, el estado también sería una abstracción absoluta. Partiendo de la alienación religiosa tenemos la alienación política. Siendo dios y lo estado nada más que el absoluto, entonces pueden ser inmediatamente abolidos. Según Arvon, la supremacía concedida por Bakunin al abstractum absoluto sobre la abstracción religiosa y la abstracción política produce como consecuencia la idea de que nada impide, aparentemente, la supresión inmediata de la religión y del Estado, ya que ellas no son la causa del abstractum absoluto, pero sus derivaciones.
Pero cuál es el origen de este absoluto? Bakunin considera la esclavitud divina y la libertad como estados pero la liberación como un acto. El hombre no estaría dotado de ninguno “libre albedrío” desde su nacimiento, pues él se encuentra confrontado con los determinismos naturales. Es con ellos y sobre ellos que los hombres conquistan progresivamente su libertad. Así, cabe al espíritu humano la tarea de descubrir las leyes que rigen la naturaleza, que determinan lo universo y lo propio hombre. Pero al estar sometido a este determinismo el hombre no se encontrará eternamente preso? No, pues al descubrir estas leyes y al organizá-las de forma armoniosa, el hombre se vuelve suyo “dueño”, al obedecer a las leyes naturales, el hombre obedece, en verdad, a sus propios pensamientos. Aquí Bakunin encuentra la fuente de la libertad y de la esclavitud. La busca de la libertad es uno “esfuerzo colectivo de la humanidad” en la cual todos se liberan de la tiranía de la naturaleza y su conquista aislada sólo puede ocurrir a cuesta de la libertad del otro, originando la esclavitud del hombre por el hombre. Un individuo es libre solamente cuando todos los demás también son libres. Por ello la libertad no es donada y sí fruto de una lucha encarnizada y que marca la historia de la humanidad. De ahí la importancia suministrada por Bakunin a la educación, a la instrucción científica y a la prosperidad material[11]. Sin embargo, esta importancia con la educación, instrucción, etc., no es acrítica y es marcada por una percepción de sus contradicciones y del papel de los detentadores del poder en el sentido de hacer de la educación algo conservador[12] .

Bakunin recusa el individualismo y ve la lucha de clases como elemento fundamental para la transformación social. Según Bakunin, “la libertad de los individuos no es un hecho individual, es un hecho, un producto, colectivo. Ningún hombre conseguiría ser libre aislado y sin la contribución de toda la sociedad humana”[13]. La emancipación humana sólo puede ser colectiva, fundada en el trabajo colectivo: “el hombre sólo se emancipa de la presión tiránica ejercida sobre él por la naturaleza exterior con el trabajo colectivo; pues el trabajo individual, impotente y estéril, nunca sabría vencer la naturaleza”[14] . El estado es un instrumento de la clase dominante, que es utilizado para explorar las masas y garantizar su dominio[15] . La liberación humana será obra de los trabajadores y Bakunin reanuda la famosa frase de Marx regalo en los Estatutos de la Asociación Internacional de los Trabajadores: “la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores”. Así, la liberación humana se concreta por la acción de las masas destruyendo el poder estatal.

Este análisis apunta para semejanzas entre Marx y Bakunin, que, por caminos diferentes aunque a veces contiendo coincidencias ni siempre de fácil percepción, apuntan para lo mismo proceso de abolición del estado e implantación de la autogestión social. La Comuna de París presenta para ambos el significado de uno ensayo de liberación humana, de realización de la acción colectiva emancipatória de los trabajadores, constituyendo una sociedad radicalmente diferente. Se para Bakunin, anteriormente al desencadenamiento de la lucha heróica de los trabajadores durante la Comuna, era visible su negación radical del estado y su concepción vuelta para su abolición inmediata, en el caso de Marx, fue necesario el proceso histórico concreto para que esta percepción brotase. En el caso de Bakunin, la identificación entre dios y el estado y la cualificación de ambos como uno abstractum absoluto y arbitrario que existe en favor de los dominantes le permitió pensar en su abolición inmediata. En el caso de Marx, su tesis de la lucha de clases mientras “motor de la historia” y que es en la experiencia histórica y práctica del movimiento operario que se puede percibir como ocurre el proceso revolucionario y como si constituye una nueva sociedad (y no, como para muchos “socialistas utópicos”, a través de planos de organización creados arbitrariamente por intelectuales) no le permitía apuntar este proceso antes de una primera ocurrencia histórica. Por ello, tras la Comuna de París, Marx altera su posicionamiento y avanza en el sentido de adecuar su concepción al movimiento histórico del proletariado revolucionario. El proletariado no puede adueñarse de la máquina estatal y utilizarla para sus fines, pues es necesario destruirlo, tal como hizo el proletariado parisiense durante la Comuna.

Como estos dos pensadores con sus diferencias y antagonismos personales llegaron a las mismas conclusiones? Es difícil para aquellos que critican las autoridades pero se apegam les, sea ellas vivas o muertas, del regalo o del pasado, individual o colectivo, concreto o ideal, aquellos que viven la lucha socialista de forma religiosa, comprender esto, pues la oposición maniqueísta entre el bien y lo mal es el único criterio válido en este caso y en este eterno conflicto ninguna conciliación es posible. Sin embargo, vislumbramos en esta coincidencia lo mismo deseo y compromiso con la liberación humana, y así en medio de las diferencias y conflictos, observamos un fin común, lo que provoca el apoyo de ambos a la lucha operaria y a la Comuna de París. Es justamente el contenido revolucionario regalo en las ideas de los dos pensadores que permiten algunas aproximaciones, incluyendo la evaluación de la Comuna de París. Sin duda, los seres humanos utilizan en su lucha por la liberación de banderas, símbolos, tesis, ideas, referencias por regla general, inclusive individuos que asumen la posición de ejemplos sean seguidos. Sin embargo, cuando esto se vuelve una relación invertida, cuando las banderas, símbolos, etc., se vuelven más importantes y determinantes en la lucha revolucionaria que la finalidad, tenemos la repetición del fenómeno criticado tanto por Marx cuanto por Bakunin: la alienación (para Marx: fetichismo). El criador se vuelve criatura en el nebuloso mundo fetichista y pasa a morir por su ídolo y en la mayoría de los casos contra su propia causa, pues esta se subordinó a la idolatría. Un revolucionario auténtico no es aquel que es totalmente fiel la Marx, Bakunin, Debord es decir allá a quien fuere y sí aquel que no traiciona el objetivo final, el proyecto revolucionario de liberación humana y constitución de una sociedad radicalmente diferente, fundada en la autogestión social.







[1] DIAZ, Carlos. Marxismo-Anarquismo: Una Relectura. In: BAKUNIN, Mikhail. La Libertad. 2ª edición, Madrid, Ediciones Jucar, 1980.
[2] DIAZ, C. ob. cit., p. 13.
[3] Esto significa romper con el procedimiento común: ver la evaluación de Bakunin hecha por Marx y viceversa. Tal procedimiento no consigue recuperar la riqueza del pensamiento de los dos autores y ni permite percibir los equívocos mutuos de interpretación. La crítica de Bakunin sobre el “Estado Popular” de Marx – expresión que este nunca utilizó y pertenecía al “marxista” Wilhelm Liebneckt – apunta para una interpretación que no corresponde al pensamiento marxista, pues el estado no es uno “instrumento neutro” y sí una organización burocrática que reproduce determinadas relaciones de producción, y que busca perpetuarse y reproducir. De la misma forma, el pensamiento de Marx sobre Bakunin no estaba libre de equívocos e interpretaciones cuestionables (y la evaluación de Engels es mucho más cuestionable, problemática y abrió camino para legitimar la negación del anarquismo por los pseudomarxistas, además de su propia análisis no ser, ella misma, marxista).
[4] MARX, Karl & ENGELS, Friedrich. Manifesto do Partido Comunista. 6ª edición, São Paulo, Global, 1987.
[5] Cf. GUÉRIN, Daniel (org.). Bakunin. Textos Escolhidos. Porto Alegre, L&PM, 1983.
[6] BAKUNIN, Mikhail. La Comuna de París y la Noción de Estado. In: Obras de Bakunin. Vol. 2. Madrid, Ediciones Jucar, 1980, p. 188). Vea una versión incompleta en GUÉRIN, D. ob. cit.
[7] MARX, Karl. A Guerra Civil na França. São Paulo, Global, 1986, p. 76.
[8] ARVON, Henri. Bakunin: Absoluto y Revolución. Barcelona, Herder, 1975.
[9] ARVON, H. ob. cit., p. 67.
[10] En su primera formulación, regalo en el Manifiesto Comunista, la idea de “estatização de los medios de producción” concede una acción no solamente represiva de la clase operaria pero también su intervención relativamente centralizada en la esfera de la distribución y de la producción, que, sin embargo, es acción de una clase o de los “individuos asociados”. Pero tal como si ve en el prefacio de 1872 la esta misma obra, este equívoco es deshecho: el propio Manifiesto, según Marx y Engels, explica que la aplicación de sus principios depende de las circustancias históricas y que por ello “no se debe atribuir demasiada importancia a las medidas revolucionarias enumeradas en el fin del segundo capítulo”. Con el desarrollo de la gran industria y del proletariado, y de sus luchas, sobre todo la Comuna de París, quedó demostrado que no basta que el proletariado se adueñe del estado para realizar sus fines (MARX, K. &ENGELS, F. Ob. cit., p. 72).
[11] Cf. ARVON, H. ob. cit.
[12] BAKUNIN, M. O Socialismo Libertario. 2ª edición, São Paulo, Global, 1979.
[13] BAKUNIN, Mikhail. Conceito de Libertade. Lisboa, Rés, 1975, p. 23.
[14] BAKUNIN, Mikhail. Ob. cit., p. 23.
[15] “EL Estado... es la consagración histórica de todos los despotismos, de todos los privilegios, la razón política de todas las escravizações económicas y sociales, la propia esencia y el centro de toda la reacción” (BAKUNIN, M. ob. cit., p. 234).

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